Envejecimiento del vino
A la hora de elegir un vino, nos
encontramos que muchos de ellos llevan la palabra Joven, Roble, Crianza,
Reserva o Gran Reserva. Pero, ¿qué nos indica?
La crianza de un vino es el proceso controlado de envejecimiento y
maduración de un vino mediante el cual desarrolla caracteres especiales. Se
suele aplicar de forma genérica a todos los vinos sometidos a envejecimiento.
Para ello se tiene en cuenta tres factores:
El envejecimiento en Barrica
La crianza en barricas aporta sus
características olfativas y gustativas particulares con los siguientes aspectos
positivos:
· Decantación de partículas, dando así limpieza al vino.
· Oxidación progresiva y permanente, dependiendo de la porosidad.
· Integración de algunas sustancias de la madera en el vino.
El envejecimiento Botella
Una vez embotellado, el vino se lleva a
un periodo de crianza en dicha botella, al que se denomina redox. En ausencia
de oxígeno, el vino, en estado vivo, reacciona conjugando todos sus
componentes, llevándolos a un cambio irreversible, dando lugar a la aparición
del bouquet. Las transformaciones del vino en la botella son las
siguientes:
· Leves oxidaciones.
· La materia colorante evoluciona.
· Los sabores y los aromas cambian.
La añada
La añada hace referencia al año en que
se vendimió la cosecha. Es una forma de orientarse a la hora de elegir un vino
u otro, ya que por unas simples tablas, establecidas por cada Denominación de
Origen, es posible saber cuál año fue mejor o peor en dicha D.O.
Clasificación
Es una característica, que indica el
tiempo de envejecimiento y maduración de un vino mediante el cual desarrolla
caracteres especiales, es decir, el tiempo que ha estado en tanto en barrica
como en botella antes de ser puesto a la venta.
Esta clasificación solo existe en España
y el tiempo establecido puede variar según los Consejos Reguladores de las
diferentes Denominaciones de Origen, pero de forma general se clasifica de la siguiente manera:
Joven: No han estado en barrica o han
pasado un corto período en ella. Son indicados para consumir dentro del año.
Roble. Son vinos que han pasado un
tiempo inferior a 6 meses por barrica. Vinos, que todavía no llegan a
considerarse Crianza, pero con una vida un poco superior a los vinos jóvenes
Crianza: Vinos tintos que maduran
durante dos años, de los cuales deben permanecer en barrica como mínimo 6
meses, pudiendo alcanzar los 12 meses. Para los vinos blancos y rosados, el período mínimo de
envejecimiento pasa a ser de 18 meses.
Reserva: Vinos seleccionados por su
calidad. Deben madurar tres años, de los cuales aproximadamente 18 meses han de
permanecer en barrica y 2 años de reposo en botella. Para los vinos blancos y rosados, el
período mínimo de envejecimiento pasa a ser de 18 meses.
Gran Reserva: Solo se elaboran con vinos
de cosechas de gran calidad. Estos son los que necesitan mayor maduración, unos
cinco años. Antes de salir al mercado permanecen unos 18 meses en barrica y
unos tres años y medio (42 meses) de reposo en botella. Para los vinos blancos y rosados, el
período mínimo de envejecimiento pasa a ser de 48 meses.
Es común pensar que a mayor tiempo de
envejecimiento tiene un vino, mejor es su calidad. Pero esto no tiene por qué
ser siempre así.
A
mayor tiempo en barrica, el resultado será un vino más afinado, con un paso por
madera más marcado. La madera aporta al vino ciertos aromas que se van
conjuntando con los propios del vino. Pero un exceso de paso por madera también
puede resultar en un vino plano, sin carácter, ya que la madera puede llegar a
sobrepasar los aromas originales del vino.
El segundo paso del envejecimiento, el
envejecimiento en botella, aporta al vino complejidad y elegancia enriqueciendo
sus aromas en el ambiente reductor (sin oxígeno) de la botella. Pero no todos
los vinos mejoran con el paso del tiempo en botella. Únicamente aquellos vinos
procedentes de grandes añadas están preparados a envejecimientos tan largos.
Al final, cada añada es diferente, el tiempo
de envejecimiento de un vino viene marcado por el propio vino.