Los sulfitos
Se conocen como sulfitos al
anhídrido sulfuroso, también llamado SO2, que se añade a los vinos para impedir
la aparición de bacterias y también para retrasar la oxidación. Es decir, los
sulfitos son un conservante. Los sulfitos pueden añadirse en diferentes
momentos del proceso de la producción del vino, antes de iniciar la
fermentación, una vez ha terminado el proceso de fermentación, o en las propias
botellas para evitar la formación de bacterias.
Se incluyen en las etiquetas E- que
describen las composiciones y añadidos de los alimentos. Concretamente, los
sulfitos corresponden con los números que van desde el E-220 al E-228.
En la actualidad, la normativa
europea establece que los vinos tintos convencionales pueden contener hasta un
máximo de 150mg/l y en el caso de vinos blancos y rosados tradicionales el
límite se fija en 200mg/l. En el caso de los vinos ecológicos, los límites son
de 100 mg/l para el vino tinto y 150mg/l para el vino blanco y rosado.
El motivo por el cual los vinos
tintos tienen un límite más bajo es porque contienen más taninos que el vino
blanco o rosado. Estos taninos actúan también como conservantes y
antioxidantes, por lo que no es necesario añadir tanta cantidad de sulfitos.
Cualquier vino tendrá siempre un
mínimo contenido de sulfitos que se producen de forma natural durante el
proceso de fermentación y que puede estar entre los 10 y 20 miligramos por
litro. Son los llamados sulfitos endógenos.
El etiquetado de los vinos indicará
“Contiene Sulfitos” siempre que la cantidad de sulfuroso sea superior a 10
mg/l. Esto es obligatorio en nuestro país para advertir a las personas
alérgicas. Por eso, a pesar de que se trate de un vino sin sulfitos añadidos,
en personas alérgicas a estos compuestos pueden generar reacciones alérgicas
causadas por los sulfitos endógenos o naturales.